Cuatro poemas en la ciudad húmeda

Al rozar los labios y
el primer beso,
susurro del viento,
que agitado se vuelve música,
el aura de los amantes.
Uno solo, que sabe y quema,
que marca y no te suelta.
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Inevitable, el viento y esos ojos,
pura casualidad: enlazar lluvia,
besos, frío, estaciones,
miradas, piel, risas y noche.
Las calles hablaban de ti y de mí,
pero no de nosotros.
La última palabra y un recuerdo.
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No hay remedio,
estás perdido,
has caído en sus manos: te ojea,
entorna los ojos, hincha los pechos y
te cautiva esa mujer que
posee mil voces y toda ella
una melodía que traspasa.
Considérate preso, una fiera enjaulada,
no podrás volver a recorrer solo
las madrugadas, con ese sabor a niebla.
Abrazas sus dedos, son cristales afilados,
Cogiendo sus piernas, me arrojo, me abandono.
El tiempo se detiene,
sensaciones para el disfrute,
absorber la dopamina y
esperar una oportunidad.
La noche cerrada,
hace un poco de frío,
un falso movimiento,
apuras el silencio y escapas.
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Ciudad imposible
de espejos y focos brillantes
para revelar cuerpos ociosos,
que rehuyen las miradas, y
se entregan a pasiones imperiosas.
Escóndete bajo la perfidia
o la apoteosis del consumo.
Los números para los mentecatos,
fiebre, asco, barroquismo suicida.
Animales semihumanos
alimentándose en un silencio terminal.

Félix Menkar. Barcelona 1989